jueves, 24 de enero de 2008

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TINA HAZZEL




LA TRISTE PERO FELIZ HISTORIA DE TINA HAZZEL

- Tenga. –Le dijo el jefe de bomberos al señor Arturo Hazzel entregándole una vieja carpeta.-Es de lo poco que ha quedado intacto, las llamas devoraron toda la casa de su hermano, espero que estos documentos puedan servirle de algo.
La muy bien cuidada mansión de la familia Hazzel, había sido destruida por ese enemigo al que todos tememos, el fuego. Y con ella toda su feliz familia y sus sirvientes, perdón no toda: la pequeña Tina, hija única de los señores de la casa –el empresario Diego Hazzel y su mujer Belinda- permanecía inmóvil como si de una estatua se tratara, en el asiento trasero del coche de su tío Arturo, al que ni siquiera conocía y que ahora sería su tutor. La pequeña observaba perdida los escombros aun humeantes de la que fue su casa.
El jefe de policía estaba interrogando a un músico vagabundo de acento extranjero que solía tocar su acordeón al pie de la casa:
- Yo no sé lo que pasó. Sé que la niñita de la casa estaba jugando con mi pequeña. Esa niña estaba suplicando en todo momento para que la dejaran salir a jugar con mi Priscila. Si fuera hija de cualquiera de los estirados de este barrio nunca la habrían dejado. Según todos ellos la gente de la calle somos escoria. Pero los señores Hazzel eran muy buenas personas. Es una lástima todo lo ocurrido, sobre todo por la niña, era muy divertida, siempre que oía la música de mi acordeón se ponía a bailotear ¿sabe usted con quien se quedará?
- Sí. –contestó el policía. –Su pariente más cercano es su tío paterno. Al parecer acababa de regresar de Estocolmo, es científico o algo así, llevaba en el extranjero aproximadamente 10 años y aun no conocía a su sobrina. Por lo que nos ha dicho ya había escrito al señor Hazzel para que la niña le hiciera una visita. Es ese de allí. ¿Ve? El del vehículo negro.
El señor Arturo Hazzel era de aspecto serio a primera vista: tenía una muy bien recortada barba pelirroja y vestía con chistera y pajarita. Pese a su aspecto físico era muy tierno, en estos momentos una lágrima se le deslizaba por su mejilla. Estaba leyendo uno de los papeles que poseía la carpeta que le entregó el bombero. Estaba adornado por muchos y alegres dibujos y decía así:

Diario de Tina. 7 años.
Me llamo Tina. Soy muy feliz en mi casa. Tengo una mamá que me adora y un papá que cuando sale de casa me añora. Todos los días a las 4 llega el profesor y me da las clases. Nuestro mayordomo se llama Sebastián y nuestra criada Zulema. Antes había una cocinera pero ahora cocina mi mamá. Todos se portan muy bien conmigo.
Todos los días al lado de mi casa está un señor que toca el acordeón ¡me encanta su música! Su hija se llama Priscila y es mi amiga. Os cuento un secreto: yo creo que es un hada. Viste con ropa que no es normal en una niña. A mí me gusta mucho. También se que es un hada porque le preguntas cual es su dirección y te dice que no tiene, que vive en la calle, y solo un hada vive así. Tampoco va a la escuela, aun así sabe cosas estupendas y cuenta unos cuentos magníficos. Me ha dicho que es de un país muy lejano, posiblemente el de las hadas o algo así.

El hombre terminó de leer, observó que había unas cuantas hojas en blanco más, las retiró. Vio que a continuación estaba la carta que él mismo había escrito no hace más de un mes, en ella contaba que ya había regresado de Suecia y le gustaría que se citaran, para así poder conocer a su sobrina.
Se secó las lágrimas y posó la carpeta en el asiento del copiloto. Antes de arrancar miró a Tina con la mejor sonrisa que pudo y le dijo entregándole su diario junto con una pluma.
- El viaje es largo. Puedes escribir para entretenerte.
La pequeña cogió las hojas pero simplemente las dejó en el asiento de al lado.
Los dos permanecieron enmudecidos durante todo el viaje, solo Arturo dijo una frase a lo largo del camino:
- Te gustará mi casita, es chiquitita, no tan lujosa y grande como la tuya perro estoy seguro de que te gustará.
La niña ni se inmutó, al igual que antes permaneció inmóvil frente a la ventanilla del coche.
Atravesaron varias ciudades, luego pequeños pueblos y aldeas y por último montañas y prados. Tras más de tres horas de viaje el vehículo se detuvo frente a una casita chiquitita, rodeada por un hermoso jardín floreado.
Arturo se bajo del coche, abrió la puerta de Tina y dijo:
- Es aquí.
A la niña se le iluminó la cara, bajó de un brinco y gritó:
- ¡Es como una casita de muñecas!
La casa, aunque chiquita, estaba muy bien cuidada: la fachada era de color azul cielo, y el resto blanco; en cada ventana había una maceta azul; en un dorsal de la casa había un huerto en el que de lejos se distinguían jugosos tomates.
Tina entró en el recinto de la casa y los más exquisitos aromas le inundaron todo el cuerpo. Dijo en bajo, como para sí:
- Ni siquiera los mejores perfumes de mamá olían tan bien, en la ciudad solo había edificios y cemento, aquí apenas hay casas y hay enormes prados y montes.
A escasos 50m de casa había una granja en cuyo corral había gallinas gansos y ocas, detrás de la granja había un recinto con un centenar de ovejas, no muy lejos había un prado con vacas muy probablemente también de la granja, de una colina detrás de la casa descendía un caudaloso arroya, a Tina le fascinó.
A Tina, con la emoción ya se le había olvidado todo lo ocurrido.
- ¿Esa granja también es suya?
- No, pero sus amos también son amigos míos, seguro que te dejan jugar con sus animales.
- Ah, ¿y usted es el que cuida estas flores?
- Sí. Me encanta la jardinería. También tengo una huerta ¿sabes? Con fresas, ¿te gustan las fresas?
Y así entre juegos, paseos con los animales y plantas pasaron las horas y los días hasta llevar una semana juntos.
Tina tenía una enorme imaginación y si en su casa nunca se había aburrido, menos se iba a aburrir teniendo tantas cosas nuevas por ver, por eso nunca de paraba a pensar en su familia durante el día. Pero por las noches su tío la oía llorar y con el cariño que le había cogido en esos días no podía permitir que sufriera. Por eso una noche se acercó a su cama (improvisada en el cuarto de estar) y se quedó mirándola. Estaba acurrucada en un rincón inundándose de lágrimas. Su tío a punto de echarse a llorar con ella sacó el optimismo que le quedaba y dijo:
- Tengo sospechas.- la niña escuchaba en silencio.- sospecho…
Que eres una princesa.
La niña se volvió muy interesada y dijo entre sollozos:
- ¿Por qué?
- Bueno no voy a asegurar nada. – Arturo se alegró al ver que la niña reaccionaba ante su plan.- Primero tenemos que comprobar si eres le sangre azul ¿las princesas son de sangre azul verdad?
La niña asintió, lo sabía de sobra pues no había nada que le gustara más que los cuentos de princesas. Su madre todas las noches le contaba un cuento, sus preferidos eran los de princesas.
Entonces su tío Arturo que era científico cogió sus instrumentos de trabajo e hizo como que experimentaba. Se volvió hacia la niña que no daba crédito a lo que su tío le decía y le dijo:
- En efecto, eres de sangre azul, es por eso que tus padres…mmm…desaparecieron.
- ¿Qué? ¿pa…para ser una princesa tus padres tienen que morir?
- Más o menos. A ver dime nombre de princesas.
- Cenicienta, Blancanieves...
- Bien ¿alguna de ellas tenia padres?
- No.-dijo muy sorprendida.
- Pero lo que has dicho antes, he de informarte que los reyes no se mueren.
- ¡¡¿¿cómo que no?!! ¡mis padres murieron quemados!- dijo volviendo a echarse a llorar.
- Mas lágrimas no.- se sentó en su cama y la abrazó.-¿tú crees que con lo importantes que son los reyes se van a morir así como así? No pueden sufrir accidentes por que están muy bien protegidos y si enferman tiene los mejores médicos y curanderos del mundo.
La pequeña con cara de pensar “es cierto” dijo:
- y entonces, ¿qué pasa?
Arturo, con impresionante imaginación, no tardó mucho en inventarse una contestación.
- Bueno, primero para que la gente no descubra toda esta impresionante historia fingen una situación en la que se suponen que mueren, como en este caso el incendio. Luego, viajan a un lugar increíble: la Cumbre Realeza; como su nombre indica solo es para reyes y reinas. Tiene forma de corona, es invisible y tan alta que desde su cima se puede ver cada rincón del mundo.
- ¡Oh! Eso es genial. Y tú tío ¿Cómo sabes eso?
- Pues porque en esa carpeta que me dio el señor bombero había una carta que lo explicaba absolutamente todo. Y como comprenderás no va a estar rodando por ahí para que la vea cualquiera, así que la tuve que quemar.
La niña pasó de llantos a sonrisas y empezó a botar sobre su cama.
- ¡Así que mis papas están vivos! Y si están en un lugar tan alto ¿me verán tío Arturo?
- Claro. Y ahora duérmete y no llores más que eres una verdadera princesita.
Y la niña obedeció y durmió plácidamente.
Y así Tina pasaba el tiempo, extrañaba a sus padres pero con la historia de su tío todo se le hacía más llevadero.
Se pasaba los días jugando con los animales ayudando a su tío en el jardín y el huerto. Los días calurosos se metía en el riachuelo, los de lluvia se quedaba en casa dibujando o escribiendo en su diario.



El nuevo diario de la princesa Tina
Ahora estoy en el campo. Todo es muy bonito. Estoy con mi tío Arturo que es muy bueno y me ha dicho un gran secreto:
Soy una princesa de las de cuento. Echo de menos a mis papás, pero desde que sé que soy una princesa y que ellos me ven, no lo paso tan mal.


Pasó un mes, su educación iba a la perfección, Arturo le enseñaba todo lo que debía saber; le encantaba la comida del huerto y los huevos, leche y carne de la granja vecina; él mismo, le hacía vestidos recortando y arreglando viejas camisas. Se las arreglaba bien para cuidar de Tina a excepción de su pelo. Los castaños cabellos de Tina habían pasado de ser rizos a ser nudos, pues Arturo, había hecho muchas cosas a lo largo de su vida, pero no peinar una melena tan larga , por eso un día mientras comían le dijo:
- Tenemos que cortarte el pelo.
- ¿Qué? ¿Por qué? Yo no quiero cortarme el pelo ni papá me decía que tenía los cabellos más lindos del país y siempre que mi mamá que contaba el cuento de Rapuncel, comparaba sus cabellos con los míos.
Su tío, ante esta reacción inesperada, tuvo que improvisar algo:
- Pero esto es más importante que tener una bonita melena, iremos donde un hada.
- ¡¡¡¿¿Un hada?!!! Yo conocí un hada, estaba en la ciudad conmigo.
- Claro, aquella era el hada comadrona, la que te cuida antes de ser una princesa. Esta es un hada mensajera. Necesita tus cabellos para enviárselos a tus padres. Ellos harán un hechizo por el que además de verte te oirán.
A Tina le encantó la idea, así que su tío la llevó esa misma tarde a la peluquería del pueblo más próximo. Antes de entrar, Arturo le contó a la simpática peluquera toda la historia. A esta le pareció entrañable que Arturo hiciera eso por su sobrina.
Mientras la mujer le cortaba el pelo, Tina le dijo susurrando.
- Oiga, ¿Usted ha cortado el pelo a muchas princesas?
- No, esto de hacer de peluquera a princesas, es nuevo para mí, pero sí que he conocido a muchas. Algunas de mis hazañas han sido dar vida a pinocho u otorgarle la belleza a la bella durmiente. Mi madre era el hada madrina de Cenicienta.
- ¡Oh! ¿y conoces a un hada llamada Priscila?
- ¡Ah sí! Ya me acuerdo de ella, era muy amiga de Campanilla y Peter Pan.
Tras media hora de peluquería, Tina salió de ahí con el pelo muy cortó como un niño, y antes de irse le dijo a la peluquera:
- ¿Con mi pelo puede entregarle esto a mis papás?- le dio un dibujo en el que aparecía ella vestida de princesa y sus padres sentados en tronos.

A la mujer, se le caían las lágrimas. Intentó disimularlo y dijo:
- Claro preciosa.
Mientras iban al coche le camino a casa Tina preguntó:
- ¿Y cómo hacen llegar el correo hasta la cumbre realeza?
- Pues…los cabellos de las princesas son más delicados de lo que tú crees, por eso no sirve un sobre convencional. Las hadas mensajeras crean un sobre con gotas de rocío de las mejores flores y meten tu cabello con extremo cuidado. Luego dejan que los lleve el viento.
- ¿Qué se los lleve el viento?
- Como oyes. Y también tú dibujo. El viento es el mejor mensajero, nunca se equivoca. Los días de mucho viento esta de servicio y tú misma puedes echar cartas, las llevará al lugar adecuado. El resto de días como hoy, solo le hace favores a las hadas buenas.
Varias noches después Tina no podía dormir con el sonido de los grillos.

- Tina, es más de media noche, vamos, duérmete. Las princesas se acuestan a las diez, solo días excepcionales a las doce.
- Ya lo intento tío, pero no soporto el sonido de los grillos.
El ingenioso Arturo salió con una de las suyas:
- ¿Qué no lo soportas? ¿No te he contado la historia de los grillos?
Tina lo negó con la cabeza.
- Bueno, -continuó su tío- pues los grillos no son insectos corrientes, son piedrecitas que se desprendieron de la Cumbre Realeza con un cometido: transmitir a las princesas, mensajes de sus padres. Nadie sabe lo que dicen, solo vosotras, las princesas.
- ¿Qué? Yo solo les entiendo”cri- cri- cri”.
- Eso es porque no sabes la historia de los grillos. Escucha, solo tú lo puedes saber porque el mensaje trata de lo que tus padres te irían en estos casos. Cada vez que oigas los grillos cierra los ojos e intenta imaginar esta misma situación pero en tu casa con tus padres.
Tina cerró los ojos y empezó a describir la escena:
- Mi madre ya estaría dormida pero mi padre aun estaría en vela en su estudio. Como el estudio está junto a mi habitación sentiría mucho revuelo y vendría. Sigilosamente se acercaría a mi cama y susurrando diría “Tina, mi niña ¿no va siendo hora de que te duermas? Tienes que estar descansada, mañana seguro que hacemos algo especial…”.
Diciendo eso se quedó dormida.
Y felizmente transcurrieron otros dos meses más. Era otoño y el viento soplaba ferozmente. Para Tina era una gran ventaja, porque así podría utilizar el correo mágico. Todos los días echaba al viento un dibujo de princesas.
Faltaban apenas tres semanas para su cumpleaños, el 13 de octubre y su tío aun no sabía que regalarle. Un día en que el viento era más suave, Arturo, se encontró en su huerto uno de los dibujos que Tina había echado a volar. Era uno de los que mejor le habían salido, en el se veía a una niña muy sonriente con una corona plateada y un precioso vestido de princesa azul y plata.
Al tío Arturo le vino una brillante idea a la cabeza. Fue al pueblo y mandó a la costurera y al herrero que confeccionasen un disfraz y una corona como las que mostraba el dibujo.
Toda la noche anterior al cumpleaños, Arturo, se la había pasado decorando una caja de cartón. Su trabajo había merecido la pena, pues aquella vieja caja de cartón acabó pareciendo una auténtica caja de la realeza. Era de color dorado estaba estampada con dibujos de coronas y purpurina y en el centro de la tapa ponía con muy elegantes letras “Princesa Tina”. En su interior colocó los regalos.
El reloj de péndulo de la cocina, iba a tocar las nueve, hora de levantarse. Arturo, se había esforzado al máximo para que todo saliera perfecto. El hermoso paquete estaba a los pies de la cama de Tina. Había llenado toda la casa con flores del jardín y cubierto la cama de Tina con alegrías, su flor favorita. Había preparado para desayunar chocolate caliente y bollos. En la cocina había guardado una tarta de nata y fresas, con sus ocho velas para la hora de la comida. Encima de la puerta de estrada había un enorme cartel que decía “FELICIDADES PRINCESA TINA” y globos de colores flotaban por toda la casa.
El reloj tocó las nueve, era 13 de octubre. Tina tenía oficialmente ocho años. La pequeña se frotó los ojos y se incorporó.
- ¡Oh, tío! ¡cuántas flores! ¿alegrías de colores, que bonitas ¡ F-E-L-I-C-I-D-A-D-E-S P-R-I-N-C-E-S-A…¡¡¡¡ TINA!!!Ummmm, huele a… ¡chocolate caliente!-Saltó de la cama y abrazo a su tío.- ¡eres genial tío! Me encantaría que vieran esto mis padres.
- Y lo ven ¿Recuerdas? Esta mañana ha llegado un correo muy especial. Y no lo ha traído precisamente el cartero.- dijo señalando el paquete.
A Tina se le abrieron unos ojos como platos:
- ¡ALA! Es de la realeza. ¡De la auténtica Cumbre Realeza!
Levantó la tapa, sacó el vestido. No se podía creer lo que veían.
- Vamos, ábrelo. Se dejó caer sobre una silla y sin separar los ojos del vestido dijo muy bajito:
- Es precioso. Un auténtico vestido de princesa igualito al que dibujé.
- Creo que hay más.- dijo Arturo muy feliz de que su sobrina sonriera de esa manera.
Muy lentamente Tina posó el vestido en la silla y se levantó.se agachó para ver lo que había y mientras lo sacaba dijo:
- ¡Una princesa! ¡Ahora sí que soy una auténtica princesa! ¡te das cuenta tío!- y se la colocó sobre la cabeza.
Arturo la cogió en brazos y basándola. Dijo:
- Tú siempre has sido una princesa de verdad, con corona o sin ella.
Pasaron un día estupendo. Llegó la hora de acostarse y los grillos parecían decir:”felicidades princesa” “que mayor, ya ocho años” “estamos orgullosos de ti Tina”. Se quedó dormida y tuvo un maravilloso sueño:


Era su coronación. Estaba en un palacio de cristal y piedras preciosas. Llevaba su vestido de princesa. Allí estaban todos: tío Arturo, la amable hada. Peluquera, l granjera y el granjero vecinos, sus criados Sebastián y Zulema, el profesor, también estaban Priscila y su padre, que estaba tocando su hermosa música. Estaban todos excepto sus padres de repente entraron los dos, vestidos de reyes con sus coronas, llevaban en brazos un cojín de terciopelo violeta en el que estaba su hermosa corona. Desfilaron por un alfombra roja hasta llegar a Tina, le colocaron la corona y todo el mundo aplaudió y se arrodilló ante ella. Tina saltó a los brazos de sus padres y los tres se marcharon.


-FIN-